Vida social de los años 1920 y 1930 en Winifreda
- Winifreda

- 6 nov 2016
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La vida social de nuestros primeros pobladores rurales, hablando de la zona de influencia de la que es hoy la localidad de Winifreda, no era muy variada ni existían alternativas para serlo. Apenas el asistir a un Baile Popular que organizaban las Cooperadoras Escolares o algún Club de la zona que no eran muchos. Estas reuniones bailables apenas se sucedían cada dos o tres meses. A ellos concurrían la familia con sus hijos mayores, o sea que los menores eran marginados a este tipo de espectáculos.

Estos Bailes Populares se llevaban a cabo en carpas que se confeccionaban para este único fin con lonas y chapas prestadas por los vecinos y que luego, pasada la fiesta, se desarmaba y cada propietario de un componente se hacía nuevamente de sus pertenencias, ya sean las chapas, tirantes, lonas, etc. Igual sucedía con las mesas, sillas, tablones, bancos, etc. El palco destinado a la Orquesta era, por regla general, una "chata playa" (carro de 4 ruedas que se utilizaba para transportar bolsas, leña, etc.) disimulado sus costados y frente mediante la utilización de una lona de plataforma de espigadora o cosechadora. Está demás comentar los preparativos para el baile. Era un episodio aparte. Los integrantes de la Comisión del Club o la Cooperadora organizadora, comenzaba su trabajo 3 o 4 días antes y por lo menos en esa tarea colaboraban estrechamente no menos de 10 personas, sin contar con los menores que a veces daban una buena mano. Lo saliente del caso era que los actores sabían ya quién o quienes tenían tal o cual cosa o elemento que era necesario para la presentación del local donde se iba a llevar a cabo la fiesta. Por eso una vez armada la carpa se hacía el planteo organizativo y quien era el encargado del ordenamiento explicaba a sus ayudantes: ...En tal lugar ponemos las mesas de fulano..., en tal lugar la mesa grande de mengano..., allí las sillas de tal porque tienen buena vista y van a dar a la pista, ... allí tal cosa de... y lo más gracioso del caso es que todo esto se anotaba para, primero de todo pedírselo a su dueño. Conocían todo el moblaje y elementos necesarios que poseía cada vecino cómo también quienes los prestaban sin problemas y quienes eran esquivos a ello. Ese trabajo se hacía de corazón y por tal era una fiesta aparte.
El día da la función desde muy temprano en la mañana llegaban en carruajes los integrantes de la comisión organizadora cargados de los muebles y elementos solicitados en préstamo, los que, sin falta al día siguiente debían devolverlos a sus dueños por igual vía.

En tiempo de otoño, invierno y principio de primavera, los bailes daban comienzo a las 21 horas y la iluminación era, -hasta mediados del año 1930-, con un sinfín de lámparas de tubo alimentadas a kerosene y faroles similares a los que se utilizaban en las Estaciones de Ferrocarril y después de la fecha antedicha con faroles a gas de kerosene -los llamados "Sol de Noche" y "Petromax", los que también eran solicitados a préstamo.
Estos bailes tenían la particularidad, para esa época, de reunir todas las familias de la zona que era un verdadero mosaico de razas, nacionalidades y por ende de idiomas. En sus primeros tiempos costaba el entendimiento entre los mayores debido a los idiomas de origen, las costumbres, etc. pero de a poco se adaptaron tanto a la lengua como a las ya dichas costumbres optando, casi unánimemente, por un sistema al que se le llamaba el criollo. La juventud, aunque con su defecto lógico de pronunciamiento, a raíz de la presencia de educadores y los roces sociales emanados de estas fiestas y otras similares, se llegó a un total acercamiento y unidad.
Una hora antes de la señalada para el inicio del baile ya comenzaban a llegar los primeros concurrentes. Estos lo hacían en sulkis, break, chatitas bateas o chatas rusas, alguna volanta, charrets y varios a caballo, todos vestidos con sus mejores galas.
Cumpliendo religiosamente la hora fijada para el inicio, la orquesta, generalmente integrada por bandoneón o acordeón a piano, violín, contrabajo, batería y a veces una guitarra daba los primeros acordes. El baile daba comienzo con la ejecución de un Paso-doble como aquel famoso Quita penas, El Relicario o algún otro que aparecía como suceso en el "CANTA CLARO".
Pese a que el piso de la pista improvisada era de tierra, horas antes del inicio se le regaba abundantemente con agua y se espolvoreaba con sal gruesa para conservar la humedad. Aún así, cuando mediaba la función ya el polvillo dejaba sus huellas en la ropa de los bailarines y en la tez de las danzarinas que habían exagerado del cremoso maquillaje, al punto de que los organizadores se veían en la obligación de realizar un nuevo riego, pero este se hacía con una pasada liviana utilizando una regadera o un balde con el auxilio de un tarro de un litro previamente agujereado en su fondo con varias y finas perforaciones.
Los bailables más comunes eran: Paso-doble, Rancheras, Vals, Milongas, Tangos y Polkas, estas últimas muy disfrutadas por la concurrencia descendiente de "ruso-alemanes" como ellos se hacían llamar.

Al llegar las tres y media de la madrugada, como máximo, la orquesta anunciaba la finalización del baile y allí comenzaba otro espectáculo aparte lo cual era la partida de los asistentes en sus carruajes, ya que siempre había chistosos que cambiaban los caballos de los suikis, escondían las riendas de los aperajes, mojaban los cojinillos a los que habían llegado a caballo, etc., bromas que, pese a todo ninguna era de mal gusto o dañinas. Así partían por las polvorientas huellas, a lo oscuro, un carruaje detrás del otro, como también los que habían llegado a caballo (mas de uno en ancas), para cubrir en varios casos una distancia superior a las dos leguas.
Existían también las fiestas familiares, pero estas se daban solamente por un caso especial, ya sea casamiento, bautismo o cumpleaños, y eran reservadas para la familia y allegados íntimos.
Fue allí, a mediados de 1920 que se dio un auge en un tipo de diversión distinta a la de hasta entonces. Fueron los llamados Picnic que muy pronto ganó adeptos en especial dentro del ámbito de la juventud.
Estas reuniones eran programadas con escasa antelación, yo diría medianamente espontáneas ya que solo era necesario que tres o cuatro personas lo decidieran. Su realización preferida era en Primavera o Verano, no se descartaba otra época, pero como estos se llevaban a cabo al aire libre se hacían aquellas las mejores estaciones. Los picnics consistían en reunirse varias familias, invitadas o no en un lugar determinado, eligiéndose por regla general un monte de caldenes añejos y con frondosa sombra, en lo posible retirado de casas de familias. La finalidad era realizar un almuerzo, para lo cual cada familia o persona aportaba el comestible y la bebida a un pozo común y luego pasar un día gustando del aire libre en estrecha amistad con vecinos y amigos, y de paso divertirse sanamente mientras se hacía honor al buen comer y mejor beber.
Para lo que se relacionaba con la parte bailable nunca faltaba entre los presentes un acordeonista, bandoneonista o simplemente un guitarrero. El día elegido era el domingo y ese día desde hora temprana ya aparecían los primeros concurrentes al lugar previamente determinado. Estos eran los encargados de la organización y por tal iniciaban así su cometido.

El grupo lo componían tres o cuatro hombres y otras tantas mujeres, todos ellos jóvenes. Uno se encargaba de hacer un pozo contra el tronco de un árbol que serviría de conservadora de frío para la bebida. Otros buscaban leña para hacer los asados. Otros limpiaban de espinas el lugar, arrancaban los yuyos altos que pudieran ser estorbo para caminar, preparaban una pista de baile de no más de 20 a 25 metros cuadrados que no era mas que sacar de raíz alguno pasto puna o paja brava y otro que acomodaba el lugar para poner una mesa destinada al almacenaje de los comestibles.
A media mañana llegaban los primeros contingentes en carruajes, a caballo o a pie, hombres, mujeres, chicos todos trayendo su ración y algo más. Allí los organizadores recepcionaban y acomodaban las cosas. Ya la fiesta comenzaba sin ningún protocolo. Corría por un lado el mate, por otra la cerveza, alguna sangría para calmar la sed y no faltaba algún Vermout en los corrillos de los mayores mientras otro de los presentes iba dorando al fuego lento uno o dos corderitos mamones y un lechoncito bien condimentado. Al mismo tiempo y en tertulia previa al almuerzo alguien, guitarra en mano, trataba de acaparar la atención con la ejecución de algún tema musical conocido en el ambiente el que a veces le daba letra con su voz. Las jóvenes "casaderas" trataban de lucir sus siluetas y caminaban mas de la cuenta ofreciendo empanaditas y saladitos para abrir el apetito de los presentes. Llegaba la orden del almuerzo con la algarabía propia de los chicos y por que no de los grandes. Chanzas, chistes, dichos con humor de cada una de las costumbres de sus naciones de origen y en atravesado castellano por parte de los mayores y festejados por la juventud y después de casi una hora todo el mundo de sobremesa.

Apenas unos minutos más y un acordeonista comienza con los acordes alegres de un Vals y empezaba el baile. Pasodoble, Ranchera, Vals, tango, etc., y promediando la tarde, entre tragos, tortas fritas y otras exquisiteces de elaboración casera el desate total a la diversión. La tarantela, la polka del pavo, el baile de la silla, la ranchera con relaciones donde los jóvenes más tímidos aprovechan para dejar escapar a través de una cuarteta bien rimada, su sentimiento hacia la compañera elegida y todo aquello que significara alegría. Mientras tanto los mayores que en alguno de los casos se habían "prendido" en los primeros vals y pasodobles, estaban contra los troncos de los árboles cercanos jugando a los naipes o simplemente comentando lo cotidiano al igual que las matronas que desde sus respectivos corrillos no perdían mirada hacia los jóvenes que se divertían mientras hacían sus deducciones o conclusiones acerca de las virtudes y defectos de cada uno.
Al caer la tarde los primeros sulkys, breaks y demás carruajes dejaban el lugar no sin antes, sus ocupantes hubiesen despedido a los que quedaban y al alejarse hacer flamear sus pañuelos como diciendo: ¡hasta pronto!..., ¡que se repita!...
Cuando el sol se escondía, aquél lugar volvía a su normalidad con solo de diferente la presencia de un perro solitario que aún roía los huesos de las costillas peladas del cordero y una bandada de tordos, algunas calandrias y otras aves pobladoras del monte que hacían su festín con migajas y desperdicios de la comida dispersa en el suelo...
Por PANCHO DUQUE para "LA REVISTA DEL MUSEO"






























