La expansión imparable de la cotorra argentina: de mascota exótica a amenaza ecológica mundial
- Nacionales
- 23 jul
- 3 Min. de lectura
Lo que alguna vez fue una mascota exótica y simpática por su habilidad para imitar sonidos humanos, hoy representa un verdadero desafío ecológico en distintas regiones del planeta. La cotorra argentina (Myiopsitta monachus), también conocida como loro monje, es originaria del centro y norte de Argentina, pero su notable capacidad de adaptación la convirtió en una de las aves invasoras más exitosas del mundo.

Esta especie, que también habita naturalmente en Paraguay, Uruguay, Bolivia y el sur de Brasil, ha logrado establecer colonias estables en Estados Unidos, México, Chile, España, Italia, Reino Unido y hasta Japón. Su expansión no es inocente: aunque de apariencia inofensiva, puede provocar grandes daños en la agricultura y en los ecosistemas locales.
De los patios argentinos a los parques europeos
España es uno de los países más afectados por esta invasión alada. Allí, la cotorra encontró un clima templado, ausencia de depredadores y abundante alimento, lo que favoreció su reproducción. Según un censo de 2015, el número de ejemplares rondaba los 20 mil, repartidos en más de 450 municipios. Solo en Madrid y Barcelona se concentraba el 72 % de la población total. A este ritmo, la especie avanza a razón de 33 kilómetros por año, amenazando con alcanzar zonas agrícolas y estructuras urbanas clave.

Una arquitecta nata del reino animal
A diferencia de otros loros, la cotorra argentina no necesita cavidades naturales para anidar: construye sus propios nidos a base de ramas, formando verdaderas estructuras comunales que pueden pesar varios kilos y contener hasta una decena de cámaras individuales. Estos nidos se encuentran tanto en árboles como en torres eléctricas y postes urbanos, convirtiéndose en un problema para infraestructuras y servicios.
La Dra. Rosana Aramburú, investigadora en comportamiento de aves, explica: “Estas aves son muy sociales e inteligentes. Sus nidos no solo les brindan refugio, sino que funcionan como centros de intercambio de información entre individuos del grupo”.
Un ave fascinante... y problemática
Fuera del período reproductivo, estas cotorras suelen agruparse en bandadas ruidosas y móviles. Durante la cría, los grupos se organizan en núcleos familiares. Su capacidad para innovar en la búsqueda de alimento y adaptarse a ambientes urbanos les ha permitido prosperar incluso en ciudades densamente pobladas.
Pese a los conflictos que generan, sus nidos también pueden ser utilizados por otras especies para reproducirse o refugiarse, facilitando la biodiversidad en zonas donde antes no estaban presentes.

El comercio internacional y la expansión sin control
El comercio de mascotas silvestres durante los años 90 fue clave para su dispersión global. Miles de cotorras fueron exportadas desde Argentina y Uruguay, muchas de las cuales escaparon o fueron liberadas. Así comenzaron a reproducirse fuera de su hábitat original, con un ritmo que hoy preocupa a biólogos y ecologistas.
En Argentina, su expansión comenzó mucho antes. A finales del siglo XIX, tras la ocupación de los pastizales pampeanos y la introducción de especies arbóreas como el eucalipto, la cotorra encontró condiciones óptimas para multiplicarse. La instalación de postes telegráficos también facilitó la construcción de nidos en zonas abiertas.
¿Cómo se puede controlar?
Según la Dra. Sonia Canavelli, investigadora del INTA, la única forma de evaluar correctamente el impacto de esta especie es a través de sistemas de monitoreo continuos. “Tuvimos uno activo durante más de una década, pero se interrumpió. Hoy, dependemos de registros ciudadanos en plataformas como eBird, aunque sin un análisis específico para esta especie”, explica.
Frente al avance de las cotorras, los métodos de control actuales —desde la eliminación directa hasta la esterilización— han resultado insuficientes o ineficaces. Aramburú advierte que muchas veces se sobredimensiona el conflicto: “Hay que diseñar estrategias regionales con base científica, medir daños reales y aplicar soluciones específicas. No existen recetas mágicas para problemas tan complejos”.
Un dilema entre la fascinación y el conflicto
“Son aves simpáticas, carismáticas e inteligentes”, coinciden ambas investigadoras. Pero también pueden causar un impacto significativo en cultivos, biodiversidad y estructuras urbanas. Por eso, más que erradicarlas, el desafío pasa por gestionar el conflicto de manera inteligente.
La expansión de la cotorra argentina invita a repensar cómo interactuamos con la fauna silvestre y qué consecuencias pueden tener nuestras decisiones, incluso las más inocentes, como adoptar una mascota que luego liberamos. Hoy, esa acción repercute a escala global.