Viajante: Mística Jordania
- Daniel Pellegrino

- 3 ago
- 4 Min. de lectura
Actualizado: 4 ago
La superficie de Jordania es algo más que la mitad de la provincia de La Pampa y la gobierna una monarquía constitucional, la dinastía de los hachemitas, que descienden de un bisabuelo del mismísimo profeta Mahoma. Es un territorio pacífico pero fronterizo de Israel, Palestina, Siria, por lo que los relámpagos nocturnos y explosiones de guerra son habituales para la población jordana.
Por Daniel Pellegrino

La joya arqueológica es la fabulosa ciudad de Petra ubicada en una falla profunda enclavada en el valle de Wadi Musa que corre desde el mar Muerto al golfo de Accaba en el mar Rojo. Los nabateos, habitantes históricos del sitio, emplearon siglos para ahuecar y tallar la piedra caliza de la extensa rajadura; han hecho viviendas, templos, sepulturas, acueductos, una amplia red de vías de escape y comunicación. Andar por el desfiladero descubriendo las distintas construcciones significa percibir que el tiempo cobra una dimensión extraña a pesar de la procesión de turistas y la mezcla de sus lenguajes. Hay un aire quieto, antiguo, en el que se percibe la vida de los primitivos pobladores quienes han trabajado mucho por conseguir agua potable y evitar la trampa de las aguas súbitas de las inundaciones y los movimientos sísmicos. Hoy, sin habitantes, el sitio es uno de los principales ingresos de dinero para el reino, protegido por obras hidráulicas en el río Jordán.
Los beduinos, históricamente famosos por las caravanas de camellos y el comercio, se han asentado en más de 200 campamentos a los que concurren los turistas a alojarse en carpas individuales con electricidad, refrigeración y baño completo, y luego hacer cortos recorridos en camionetas para visitar algunos lugares más o menos curiosos de desierto, con mojones o paradores como –por ejemplo- dar indicios de: “aquí se filmó Lawrence de Arabia” aquella película protagonizada por Peter O’Toole de 1962. Provocador, sí, es el profundo cielo nocturno que parece multiplicar estrellas.
La capital Amán, es una ciudad suave que se asienta entre colinas, no hay grandes construcciones en altura. Asoman vestigios del paso de los romanos como un intacto odeón donde la audición se ofrece correcta desde distintas posiciones y entre muros.

Ajlun y Jerash
A escasa media hora de viaje desde la capital se destaca la ciudad de Ajlun. Desde un promontorio se destaca la fortaleza-castillo que domina toda la ciudad; hay una iglesia y un espacio para la religión cristiana y el guía se empeña en decir de la convivencia que había entre las culturas religiosas por entonces y que aún perduran en el reino. Época de las cruzadas medievales.
Desde el sitio se ve con claridad otra colina boscosa cercana donde vive la familia real. Por allí existe una oficina de contacto directo con la realeza para atender cuestiones apremiantes de salud tanto de individuos como de familias pobres. Esta mitificación parece cundir –me aseguran- en la población: el rey ofrece un amparo inmediato a un ciudadano jordano en apuros.
Volvamos al castillo de Ajlun. Bien cuidado, es notable su emplazamiento estratégico-militar; protegía las rutas comerciales entre el siglo XII y XV. Fue construido por primera vez en el año 1184 por uno de los generales de Saladino, para rechazar las amenazas de los cruzados en el norte de Jordania. Se lo considera el ejemplo más completo de la arquitectura militar árabe
medieval. No solo es el foso, un puente levadizo en la entrada principal, una puerta de entrada fortificada. En el interior se camina por pasillos abovedados, escaleras de caracol, grandes rampas; se conservan salas que se utilizaban como comedores, dormitorios, establos, once cisternas de agua.
A muy pocos km llegamos a Jerash donde se hallan las espectaculares ruinas romanas, una de las diez fortalezas (Decápolis) que protegían el límite más oriental del imperio. Se conserva tan bien que uno se anima a decir que están al mismo nivel de atracción del propio Foro de Roma.
Los historiadores sostienen que “se benefició de su ubicación privilegiada en los ejes de varias rutas comerciales. El propio Trajano (emperador romano) es parcialmente responsable del auge de Jerash, ya que ordenó la construcción de nuevas carreteras, incluida la Via Nova Traijana, que conectaba Bosra con la ciudad de Ailaon, puerta del Mar Rojo, situada en el Golfo de Aqaba. La mayoría de las estructuras que se ven en Jerash datan del siglo II d.C.” ( www.worldhistory.org/trans/es/1-17478/jerash/ ).
Jerash y el castillo de Ajlun: ambos sitios muestran la importancia histórica como dominio de distintas vías del comercio y de zonas de diversas tribus semíticas (nabateos, arameos, judíos), inquietas y belicosas. Jerash y sus fértiles colinas y valles “han servido de sustento a los asentamientos humanos y a la población durante al menos 6500 años; (…) está rodeada de olivos, ciruelos, higueras, trigo, eucaliptos, diversos arbustos y cedros. Las colinas que rodean Jerash proporcionaron buenos pastos para el ganado a lo largo de la historia, y la extracción de mineral de hierro en la zona de Ajlun supuso un incentivo adicional para el asentamiento humano” (ídem).

Por último, queda la visita del mar Muerto de minerales espesantes; el misticismo de esas aguas en las que el cuerpo flota y después es obligación embarrarse en busca la curación de la piel. Los adultos mayores recordarán que algo parecido se hacía con el fango bajo la costra de sal del Lago Epecuén antes de la inundación de 1985.
En el Mar Muerto en muy alta la concentración de minerales y no tanto de sal. Hay un gran entorno de hotelería que aprovecha, con bloques habitacionales y piscinas, la intensa luminosidad del día; también florece el negocio de los cosméticos basados en las “propiedades” curativas del agua y el barro.
Lo extraordinario es que cerca desemboca el río Jordán donde fue bautizado Jesús y precisamente llegar hasta tal lugar sagrado hoy no es fácil. Los guías proponen ir hasta allí pagando un buen dinero. Es zona de ocupación militar y frontera entre Jordania e Israel. Ya no es el viejo río sino una especie de hilo acuoso, de lento escurrir, una arqueología del río primitivo.
Así es que estas tierras bíblicas del reino de Jordania gozan de clima tranquilo y de importantes ingresos turísticos a escasos kilómetros del conflicto palestino-israelí.






























