"Quiero justicia por mi hijo y por todos los que se callaron antes"
- La Pampa

- 12 mar 2017
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La mamá del menor que denunció ser víctima de abuso por parte del ex DT del club Mac Allister, Héctor "Patilla" Kruber escribió una carta, habló desde el dolor. Cómo enfrentó la situación, porqué decidió denunciar y hacer público lo ocurrido. “Simplemente hablé por eso: porque soy madre”.

La mamá del menor que denunció ser víctima de abuso por parte de Héctor Kruber, exentrenador de inferiores del Club Mac Allister, escribió una carta donde cuenta sus sensaciones por lo que pasó. Escribió la carta el día del cumpleaños de su hijo.
La semana pasada, El Diario dio a conocer la denuncia sobre Kruber (a quien en el ambiente del fútbol local se lo conoce como “Patilla”), quien fue formalizado judicialmente por el delito de abuso simple el jueves y dejado en libertad, solo con una restricción de acercamiento a la víctima y su familia, y con un pedido del fiscal de que no realice actividades en instituciones donde concurran menores de edad.
Con el correr de los días, aparecieron más testimonios de otros casos de abuso, algunos de varios años atrás, y testimonios que daban cuenta del conocimiento que había en el ambiente de la conducta de Kruber.
Patricio Mac Allister, quien junto a su hermano Carlos Javier, actual secretario de Deportes de la Nación, son los dueños de la institución, intentó poner a salvo su responsabilidad: echó a Kruber pero luego se conocieron audios donde quedaba claro que estaba al tanto de otros casos y que incluso así volvió a llevar al acusado a trabajar en las inferiores de su club.
La carta que escribió la mamá de la víctima fue enviada a El Diario y se reproduce a continuación:
“Desde que todo empezó, desde que me enteré lo que habían hecho con mi hijo, mil veces prometí hablar, desde el primer minuto propuse parar este tren, que se llevó puestos a nuestros hijos, a mi hijo... a esa criatura que llevé 9 meses en mi vientre y le prometí un millón de veces protegerla, a esa criatura que llevé otros tantos meses en mis brazos, que se alimentó de mí, que le enseñé a caminar, a correr más tarde, a trepar un arbolito, a tirarse por un tobogán, a no tenerle miedo al sube y baja y mucho menos a la calesita, a quien lo enamoró la primera pelota que le regalé, al que ayudé a soplar hasta hoy 13 velitas, que calmé estas noches con abrazos tan fuertes que le dejaron en claro que nunca iba a estar solo, esa criatura que tantas veces le prometí que nadie la iba a lastimar. Este tren se llevó puesto todo eso y lo que soñamos.
Estoy segura que la mayoría de los papás que forman parte de esta historia piensan lo mismo pero no se animan a hablar. Como los demás niños y papás que hace 40 años siguen callados.
La repugnancia de saber lo que hizo este tipo no me dejó dormir, comer, ni estar entera en mi trabajo ni en mi casa. Una semana, eso fue lo que tardé en darme cuenta que era la única que podía cambiar la historia, en tres oportunidades de reuniones mi posición fue la misma, mi propuesta fue la misma. Nunca dudé de eso, pero tardé porque cada día que pasaba tenía la esperanza de que alguien cambiaría de opinión (también el club) y no quería caminar sola a una fiscalía. Pero no pasó nada y ya no quería pasar más noches en vela, ya no aguantaba más el dolor de panza por la rabia, la desesperación y la necesidad de justicia. Ya no tenía más lágrimas.
Mil errores cometí como mamá, he dejado que pasen cosas y otras se me han escapado sin querer, porque me he tenido que dividir en tres niños, dos que la mayoría de los años que tienen han estado con problemas de salud. Y en otro que sufre su adolescencia a flor de piel.
Les inculqué siempre a los tres que sean humildes y sepan defenderse con la palabra y el respeto, que decir la verdad siempre los iba a llevar no sé si más lejos pero sí más seguros por la vida. Y eso es lo que yo sentí al hablar, al contar, al denunciar, sentí seguridad de estar haciendo lo correcto, sentí alivio, sentí tranquilidad.
Sentí que no me iba a permitir fallarles a mis hijos, al que sufrió en Médanos (Bahía Blanca) y a los que quedaron acá, siempre les mostré que ser mamá no era solo llevarlos al colegio, lavarles la ropa, llevarlos al club, vestirlos y alimentarlos. Ser mamá no solo era estar agarrándole la mano antes de una punción lumbar, ser mamá no solo era llorar a escondidas con mi hija en la cama de un hospital después de una cirugía de cráneo, ser mamá no solo era ir al colegio del más grande a prometer otro millón de veces que este año sería mejor.
Ser mamá es hacer cumplir los derechos de mis hijos, exigir justicia y no ser cómplice de semejante hecho.
Señores padres, señor Mac Allister, simplemente hablé por eso: porque soy madre.
El tren ya está parando y saber que al menos las manos de este tipo no van a tocar más a ningún niño no entra en una sola palabra. Que la Justicia se encargue o no... sigamos cumpliendo todos nuestros roles, ellos de niños y nosotros de padres, los jueces de jueces.
Al público, a los abusados antes, a los papás que callaron antes, a los papás que se callan hoy, solo quiero que sepan que quiero justicia por mi hijo. Justicia por los que callaron antes y por esos nenes que hoy nos dicen ’ojalá mi mamá y mi papá hubieran hecho lo mismo’. Naturalmente no me pude callar”.






























